El mundo echa a andar… ¿Y nosotr@s?

Los que trabajamos o nos movemos en el sector digital, debemos poner un poco el freno y facilitar la labor a los que, forzosamente, han pasado por aquí.

La infoxicación de la oferta de acciones presenciales «virtualizadas», como la que recoge esta noticia del salón de l’Ensenyament de este año se celebrará de manera virtual, está llegando a un punto inabarcable.

Entendemos y compartimos algunas opiniones de nuestros círculos cercanos, acerca de la escasa mesura del género humano, a la hora de vivir el momento actual. Estamos ante todo un aluvión de cursos, webminars, charlas, podcasts, publicaciones, blogs, artículos (como este mismo)… Y la verdad, a toda persona que se mueva un mínimo por internet y RRSS, encuentra el punto de saturación cercano (o muy sobrepasado, en algunos casos).

Pero quitando el halo de ceros y unos generado como método de autodefensa a nuestro encierro, quiero intentar poner, parafraseando a Aristóteles, el justo medio a todo este asunto.

Responsabilidad moral de los avanzados

Los que trabajamos o nos movemos en el sector digital, debemos poner un poco el freno y facilitar la labor a los que, forzosamente, han pasado por aquí. 

Difícilmente hablaremos de atraer a un docente de manera adecuada al e-learning mediante un bombardeo continuo de todos y cada unos de los detalles que ha de cuidar en su clase: video, sonido, mutes y turnos de palabra, chats, vistas de graella, meets, hangouts, jitsies, zooms, skypes… Todo aderezado con millones de tutoriales, a cada cual mejor que el anterior, pero que siguen sin bajarse al nivel del que ha de recibir la información.

Desde nuestra posición privilegiada, tenemos el deber moral de ser l@s guías de esas montañas de información, para dejar en mínimos los conceptos a aprender cada semana lectiva. Debemos trabajar sobre la base de cada caso docente, construir un concepto de clase para cada profesor/a, ya que en todo un claustro podemos encontrar, generalmente, hasta 5 niveles de digitalización diferentes.

Y además, debemos reforzar y empoderar al/la docente en ese camino de reducción de ruido digital, aunque esto ya no tenga marcha a atrás. La digitalización de acciones educativas JAMÁS, repetimos, JAMÁS podrá sustituir la acción humana dentro del aula.

Nos ahorrará tareas de presentación de la información, maneras de comunicar obsoletas y otros procesos rutinarios dónde profesorado y alumn@s perdían un tiempo precioso que no se destina a fomentar el pensamiento crítico y competencial de los alumnos. 

Éste y no otro, es el valor principal y diferenciador que garantiza la existencia del/la maestr@ dentro del aula en el futuro tal como lo entendemos hoy día.

El docente tradicional ha muerto: ha nacido el superfacilitador-a

Pero para alcanzar este punto de excelencia, en el cual aquel/la que transmite el conocimiento se convierta en un catalizador de pensamiento crítico, agente de tráfico de la información y sobre todo, generador de personas autónomas capaces de desenvolverse en cualquier medio… Tenemos de dejar claro que después de este tsunami provocado por el COVID-19, una gran parte de las rutinas adquiridas estos meses han venido para quedarse.

Y aquí asoma la segunda gran responsabilidad de los “orientadores digitales”: crear caminos que permitan al/la docente desenvolverse en un nuevo universo desconocido para ellos.

En este punto, recomendamos encarecidamente la lectura de un artículo ya publicado en este blog: “Las 3 patas de apoyo para superarte y disfrutar”, para saber cómo guiar correctamente a compañeros, alumnos y círculos cercanos. 

Porque claro, el mundo está (de nuevo) echando a andar… ¿Y nosotr@s?

angel+

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